lunes, 11 de agosto de 2008

PARA LEER Y PENSAR // Nota de Página 12

La torta y el falso consenso
¿Qué pasa que todo el mundo está a favor de “la redistribución de la riqueza”? ¿Por qué no se escucha a nadie de los que están en contra declarar que están en contra? Un bozal políticamente correcto los ampara.


(Por Sandra Russo)
La irrupción masiva de la idea de la redistribución de la riqueza no empezó con la Resolución 125. Empezó bastante antes. Promediaba el gobierno anterior y se decía, en los ámbitos progresistas, que innegablemente se había avanzado mucho en materia de derechos humanos, pero que Kirchner no había tocado la torta y sus porciones; que por sí misma la creación de empleo había modificado el dantesco paisaje de 2002 y 2003, pero que no había habido ningún cambio real en la redistribución del ingreso. Seguíamos y seguimos siendo hoy un país rico en el que la brecha entre los pocos de arriba y los muchísimos de abajo es, diríamos, escandalosa no ya en términos de ningún progresismo sino en los de lo que en los países desarrollados se entiende por “civilización”. Invertidos los tópicos sarmientinos, la civilización requiere mínimos estándares de equidad, en tanto la barbarie no es otra cosa, hoy, que los diseños bananeros que promueven las derechas locales.
Cuando hablo de la redistribución de la riqueza no me refiero a ese reparto estructural en sí mismo, sino más bien a cómo se modula, cómo se usa, cómo se llenan bocas hablando, y ahora entrecomillamos, de la “redistribución de la riqueza”. Si se repasan los debates en el Congreso, en ambas cámaras, bloque por bloque, todos y cada uno dijeron estar a favor de la “redistribución de la riqueza”. Hay cuestiones, como ésta, que obturan la verdad de lo que se piensa y la verdad de lo que se defiende.
¿Qué discurso hay circulando que se anime a oponerse a la “redistribución de la riqueza”? Ninguno. Hasta los terratenientes que han tenido más micrófonos que nunca en la historia de la radiodifusión argentina y han sido tratados como víctimas de “esta dominación” han hablado a favor de la “redistribución de la riqueza”. Hasta los políticos más soeces que todavía retienen bancas hablan a favor de la “redistribución de la riqueza”. Caramba: ¿no estará indicando esto que hay un relato políticamente correcto que impide a quienes defienden la torta argentina tradicional (pirámide finita, base ancha) decir lo que realmente piensan y a favor de qué y de quiénes operan? ¿Y no sería éste el momento de descular que el verbo “impide”, que de algún modo celebra lo “políticamente correcto”, puede ser reemplazado en casos como éste por “protege”? Bajo lo políticamente correcto se amparan los intereses de todo tipo.
Lo más cerca que se estuvo de entrever esa verdad que apura a los gringos sin dentaduras perfectas y a los señores delicados como Miguens fue ese lomo insinuado a 80 pesos. Se dijo en su momento que, bueno, después de todo, los uruguayos van por ese camino. Que el asado de tira, que es popular, quede barato, pero que el precio del lomo trepe lo que deba trepar, total sus consumidores históricos lo pagarán al precio que pueden comprarlo en Punta del Este o en París. Hubiese sido honesto profundizar ese costado del debate, porque al menos, ahí sí, quedaría claro un modelo de país con la riqueza en su sitio, y minga de redistribución de riqueza y de lomo.
Sin embargo, a pesar de que no hay nadie en la televisión, ni entrevistados ni entrevistadores, que diga abiertamente que la “redistribución de la riqueza” es un asunto que provoca rechazo y hasta espanto, algo de ese espanto se huele en la mueca de odio, sobre todo, de las señoras caceroleras, convertidas en las porristas de la SRA. Puede pensarse con cierto fundamento que hay algo que no se dice pero sí se piensa y que se siente muy adentro, muy en la propia historia de nuestra clase media, casi en su génesis: en el diseño original de este país, los pobres cumplieron una función que la clase media no está dispuesta a que dejen de cumplir. Para decirlo brutalmente: son los que están peor.
La clase media argentina tiene una triste sed de gente que esté peor. Hay amplios sectores de esa clase media, los más disciplinados por el relato ortodoxo de la argentinidad, que a lo que temen, de lo que huyen, lo que combaten es precisamente “la redistribución de la riqueza”. ¿Qué pasaría si se borrara la distancia que los separa del zoológico? Llambías puede decirlo tranquilo. A él y a su gente los separa más que una avenida ancha de esa masa de brutos, de analfabetos, de cabezas, de grasitas. Pero a muchas de las señoras porristas lo único que efectivamente las separa del zoológico es una calle. Y si hay un gobierno que la borra, cae toda una identidad de clase y cae con ella la ilusión de ser mejores, diferentes, más refinadas, más cultas, más “como uno” que en materia de clase media es “como ellos”, los ricos.
Cuando se le reclama a la derecha que sea derecha y hable en consecuencia, que blanquee aspiraciones, límites, ideas, lo que se le reclama es que no falsee solidaridades que nunca tuvo ni tendrá. Hay países capitalistas que han arribado al puerto de burguesías felices y contentas, con Estados que atienden a los más débiles y cuyos débiles se ubican más acá de la indigencia, de la degradación, de la indignidad que supone la Argentina. Nuestras clases dirigentes, ya lo escribió Murena en su Pecado Original, nunca estuvieron integradas por los mejores en nada. Nuestras oligarquías nacieron simplemente de una oportunidad, allá por 1880.
Es absurdo que a esta altura todavía todos y cada uno de los que pujan para que nada cambie se dejen puesta la máscara del humanismo que nunca sintieron, de la solidaridad que nunca actuaron y de la corrección política con la que se atragantan. La “redistribución de la riqueza” aparece hoy como un falso consenso, probablemente el más falso y canalla de todos.
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4 comentarios:

[tierrayLibertad] dijo...

la derecha alza la voz por una clase social que explotó desde siempre y lo seguirá haciendo porque está en su naturaleza ambiciosa, egoísta y fiel a los intereses de las minorías ricas del Hemisferio Norte. Compato al cien por cien lo que la periodista escribió. Dan verguenza

Anónimo dijo...

de buelta me deleito conlo publicado en este blog
por muy lejos es el mejor de todos
comparto muchos puntos de vista con vos

Casiopea dijo...

Inevitablemente, mientras el sistema capitalista siga imperando, omnipotente en este mundo y en esta sociedad, el pobre nunca dejará de serlo. Ya que es una necesidad estructural, no solo para una clase, como la autora plantea, sino para todo el sistema económico.Por eso es canallesco hablar de distribución de riqueza, como de cualquier solución que se proponga para combatir a la pobreza, en tanto no se plante la abolución de capitalismo.
Pero lo peor que este tipo fenómenos que ponen de moda jugar a ser progre y apoyar la redistrubución de la riqueza no hacen mas que evitar que las más afectadas víctimas( y únicas capaces de generar un cambio real) que son las clases más carenciadas, no puedan ver esta realidad. No seas concientes. Es una emboscada.
Por eso esta muy bueno que en un diario se pueda leer este tipo de cosas, y que vos lo postearas ampliando su difución.
Muy buena tu publicación. Saludos!!

Pablo_snm~El necio dijo...

Qué puedo decir después de Casiopea? Comparto 100%. Y una cosa más, la riqueza no habría que distribuirla si no fuese primigeniamente saqueada a su verdaderos productores. Qué hipocresia la de entusiasmarnos con el cuento de que van a repartirnos las migajas de los que nos expropian! Encima quienren que festejemos?!
Date una vuelta por TOTAL-INTERFERENCIA que colgué algo nuevo...
Saludos!